Llegan las Navidades y el marisco va a estar en nuestras mesas con total seguridad. Es posible que encontremos a algún invitado diciendo “yo esto no lo como, que tiene mucho colesterol”. Pues esto es lo que podemos hacer.
Se trata de una molécula que todos tenemos, es más: necesitamos. Es importante para la estructura de células o síntesis de hormona. El colesterol plasmático, que es el que va por la sangre y el que nos analizan en esta, es una mezcla del colesterol que tomamos con la alimentación, que es colesterol exógeno y el sintetizado por el hígado, que es el endógeno.
Debemos ser conscientes de que consumimos unos 250 mg de colesterol, pero es que unos 600 mg/día lo fabricamos nosotros. Esto significa que el colesterol que ingerimos tiene en nosotros un efecto casi testimonial. Y aquí viene el mito con el huevo o el marisco.
Es cierto, el marisco tiene colesterol, pero ni todos los tipos de marisco tienen lo mismo ni, los que tienen mucho colesterol, están en cantidades que hagan de su consumo algo preocupante.
Si queremos controlar el colesterol exógeno y consumir menos, deberíamos evitar los crustáceos. Las gambas, langostinos o cigarras tienen una elevada cantidad de colesterol, pero este se localiza sobre todas las cabezas. Nada de rechupetear la cabeza del langostino y no sólo por el colesterol, sino por la cantidad de cio que también se acumula.
Especial precaución en el caso de los alérgicos a los sulfitos, porque se añaden para evitar que las cabezas se pongan negras (la de los langostinos, no las vuestras). Así que crustáceos sí, pero sin cabeza.
En segundo lugar, podemos destacar los cefalópodos. Sorprendentemente, los calamares aportan gran cantidad de colesterol exógeno, si además añadimos la mayonesa para acompañar, se convierte en una combinación poco adecuada para el día a día. El pulpo puede ser una mejor elección.
En el caso de los moluscos, mejor almejas o mejillones que bígaros. La parte buena del marisco es que las opciones son muy variadas y la cantidad de vitaminas, minerales y grasas “buenas” hacen de él una opción nutricionalmente interesante.
Es cierto que estos alimentos no generan un problema por la cantidad de colesterol, tengamos en cuenta que su consumo es esporádico. Si nos tuviéramos que preocupar estas Navidades por los alimentos, tenemos en nuestra lista muchos de ellos que deberíamos evitar (o reducir) antes que el marisco.
Y sí, por más que duela hablamos de turrones, mazapanes, alcohol… que el cuerpo transforma en grasa. Así que vamos a disfrutar de las fiestas como nos merecemos pero, sobre todo, siendo conscientes de que los buenos hábitos de salud deben mantenerse antes y después de estos días.