La llegada del ex huracán Danielle abre la veda a una época clásica de formación de perturbaciones, gotas frías y vaguadas que traen inestabilidad acusada a nuestro país. En muchas ocasiones, esas precipitaciones son fuertes y vienen acompañadas de fenómenos adversos como viento racheado, trombas marinas o reventones.
La entrada de aire frío en capas altas, un Mediterráneo muy cálido, humedad elevada en las capas bajas troposféricas y un gradiente térmico significativo hacen un cóctel explosivo para que llueva a cántaros. Esas lluvias pueden ser repentinas y caer muchos litros en muy poco rato, con lo cual, aumenta el riesgo y la vulnerabilidad del territorio.
Una de las consecuencias más evidente de esas tormentas potentes se traslada en nuestros cursos fluviales. La interacción entre la atmosfera y la hidrosfera constituye una parte fundamental del ciclo del agua. La precipitación de las nubes va a parar en los ríos y luego al mar, o bien se almacena en nuestros embalses, pantanos y acuíferos.
La lluvia abundante, especialmente caída en un corto espacio temporal, puede producir crecidas importantes de los ríos. Técnicamente llamado en inglés "flash flood", las crecidas repentinas y sus efectos vienen condicionadas por los siguientes factores:
Además, las avenidas también dependen de otros factores geográficos: la pendiente, tipología de terreno, la cobertura vegetal, las áreas impermeabilizadas como las ciudades, etc... Por ejemplo, la pendiente y la falta de vegetación inducen a una menor capacidad de infiltración en el subsuelo y con lo cual, una mayor escorrentía superficial que viaja hasta el seno de los ríos.
La precipitación abundante va penetrando en esas cuencas fluviales hasta que el suelo se encuentra saturado y no puede absorber mucha más agua. Este es el momento o punto de inflexión en qué se produce el desbordamiento o la crecida del curso fluvial.
Hay algunos ejemplos relativamente recientes de catástrofes relacionadas con las crecidas devastadoras de los ríos, con daños materiales y víctimas mortales. "La pantanada de Tous" en 1982 o la riada del camping de Biescas en 1996 son dos ejemplos de la destrucción que puede llegar a provocar este fenómeno.
En el primer caso, situado en la cuenca del Júcar, cayeron 1.000 litros en 3 días, hecho que provocó la rotura de la presa de Tous. Esta circunstancia implico la muerte de 40 personas. En Biescas fue un barranco lo que desató la tragedia. Se registraron entre 200 y 250 litros con intensidades de hasta 500 litros por hora. En este episodio perdieron la vida 87 personas y casi 200 resultaron heridas.