Pues sí, como cualquier industria el turismo también contamina, y no solo eso, es una de las industrias que más lo hace: es responsable de una décima parte de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. Pero, tranquilidad, si estás preocupado por el impacto de tus viajes, puedes cambiar algunos hábitos. Empecemos por el medio de transporte.
A la hora de elegir cómo movernos también es importante tener en cuenta cuántas personas se van a desplazar. Un vehículo con alta ocupación contamina más, pero las emisiones por pasajero descienden. Por ello, una buena referencia a la hora de estimar las emisiones de un viaje es hacerlo en función de los kilómetros y de las personas que se desplazan.
Teniendo en cuenta la fórmula anterior, el avión encabezaría la lista de medios de transporte que más CO2 emiten. Le sigue, aunque de lejos, el coche. Con una ocupación de 1,5 personas, el coche emitiría algo más de una tercera parte respecto al avión. Tras él, el autobús supone la siguiente mejor opción, aunque es el tren el medio de transporte más sostenible; emite menos CO2 y puede transportar unos 250 pasajeros.
Los cruceros son el modelo vacacional que más contamina. De hecho, sus emisiones de CO2 pueden ser hasta 1.000 veces superiores a las de un viaje en tren.
La mejor opción sería por tanto el transporte colectivo o compartido. Además, las distancias más cortas son (evidentemente) las rutas menos contaminantes, por lo que una buena opción es el turismo de proximidad.
Aunque no sea nuestra casa no tenemos que gastar más por ello. La mayoría de los alojamientos hoteleros pide a sus huéspedes que hagan un uso responsable del agua, de las toallas e incluso de los artículos de higiene personal que nos facilitan. De hecho, algunos hoteles han comenzado a eliminar los conocidos “amenities” como medida de ahorro medioambiental y económico, ya que la mayoría de estos pequeños envases no se reciclan y terminan incluso atascando desagües. Mejor el uso de estos productos en dispensadores de mayor tamaño.
Igualmente, es recomendable un uso responsable de la energía apagando luces o desconectado los dispositivos que no necesitemos.
Normalmente generamos más residuos en los lugares con peor gestión de los mismos. Es nuestra responsabilidad como turistas generar menos residuos y, sobre todo, no arrojarlos en plena naturaleza o en la playa. Una buena opción es guardar bolsas, vasos o botellas de plástico y depositarlas en un contenedor de reciclaje cuando encontremos uno.
Sí, la crema que nos protege del sol contamina el medioambiente. Aunque sean resistentes al agua, la crema de miles de bañistas termina cada año en el mar. Es un producto tóxico para peces, algas o crustáceos. Afortunadamente, existen en el mercado cremas que son respetuosas con el medioambiente con una mejor biodegradabilidad, exentas de siliconas y de sustancias tóxicas. No nos llevará mucho tiempo encontrar una adecuada a nuestra piel.
Apostar por la economía local es una forma de llevar a cabo un consumo responsable. Si queremos un souvenir, lo más sostenible es realizar simplemente una fotografía, pero para el que quiera llevarse otro recuerdo la mejor opción es comprar una pieza de artesanía local o productos gastronómicos de la zona. Si el etiquetado indica que son ecológicos, mejor aún.