Sabemos que lo que comemos afecta nuestra salud. Nos lo repiten por activa y por pasiva: "come más frutas y verduras", "reduce los ultraprocesados", "menos azúcar, más ejercicio". Pero ahora, un nuevo estudio publicado en Neurology añade un dato más a la ecuación: la carne roja, especialmente la procesada, podría estar relacionada con un mayor riesgo de demencia y un peor rendimiento cognitivo.
Este estudio, basado en más de 133.000 participantes de dos amplias cohortes estadounidenses (el Nurses' Health Study y el Health Professionals Follow-Up Study), analizó cómo la ingesta de carne roja afecta al cerebro a lo largo de los años.
No hablamos de un seguimiento de unos pocos meses: el análisis abarcó desde 1980 hasta 2023 en uno de los grupos y desde 1986 hasta 2023 en el otro. Vamos, que hay datos para aburrir.
Los investigadores evaluaron la dieta de los participantes con cuestionarios de frecuencia alimentaria (esos en los que te preguntan si comes carne una vez al mes o si te alimentas exclusivamente de filetes) y analizaron su estado cognitivo con pruebas objetivas y autoevaluaciones.
Aquellos participantes que consumían más carne roja, sobre todo la procesada, tenían más probabilidades de desarrollar demencia y deterioro cognitivo. No estamos hablando de un consumo ocasional, sino de un consumo habitual y en cantidades considerables.
La carne procesada, como salchichas, hamburguesas y beicon, fue la que se llevó la peor parte. Este tipo de carne contiene altas cantidades de sal, grasas saturadas y nitratos, ingredientes que no le hacen ningún favor a nuestro cerebro.
Los resultados son cuanto menos preocupantes:
Aunque el estudio no establece una relación de causalidad directa, los investigadores apuntan a varios mecanismos por los que la carne roja podría dañar nuestro cerebro. Uno de ellos es la inflamación.
El consumo excesivo de carne roja puede generar una inflamación crónica en el organismo, un factor que se ha relacionado con el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer.
Antes de que alguien empiece a llorar sobre su plato de jamón ibérico, calma. Nadie dice que tengamos que eliminar la carne roja de nuestras vidas de un día para otro, pero los datos sugieren que reducir su consumo, especialmente la procesada, puede ser una decisión inteligente para nuestra salud cerebral.
Además de moderar el consumo de carne roja, existen otros hábitos que pueden ayudarnos a mantener nuestro cerebro en forma. Ejercicio físico regular, una dieta rica en frutas y verduras, mantener un peso saludable y evitar el tabaco y el alcohol son claves para prevenir el deterioro cognitivo.
La clave, como siempre, está en el equilibrio. Incluir más legumbres, frutos secos, pescado y aves en nuestra dieta puede ser una forma sencilla de cuidar el cerebro sin renunciar al placer de la comida. Porque sí, se puede comer rico y saludable a la vez.
El mensaje es claro: lo que comemos hoy impacta en cómo pensaremos (o no) mañana. Así que, la próxima vez que abras la nevera, piensa: ¿quiero alimentar mi cerebro o ponerlo en riesgo? Porque, al final, somos lo que comemos... y lo que recordamos.
Long-Term Intake of Red Meat in Relation to Dementia Risk and Cognitive Function in US Adults. Yuhan Li, Yanping Li et al. Neurology.org