Los embalses en Cataluña han llegado a una situación límite. Tras más de 40 meses de sequía, apenas se encuentran al 15,75% de su capacidad. A día de hoy, el pronóstico del tiempo tampoco augura precipitaciones para las próximas semanas, así que no hay marcha atrás.
Este viernes entrará en vigor la fase más restrictiva del Plan Especial de Sequía (PES) del Govern, que lleva aparejadas estrictas limitaciones al consumo de agua también en los hogares: cerca de seis millones de personas, el 80% de la población catalana, tendrán que vivir con un consumo máximo de 200 litros por habitante y día.
En los últimos años, Cataluña está viviendo de forma cíclica periodos de sequía que se están acentuando debido a la crisis climática. Pero lo cierto es que, desde que se tienen registros (año 1905), jamás había sufrido una tan severa. Supera incluso a la que se declaró en 2008, cuando el acuífero del Fluviá Muga (Girona) llegó a encontrase a 14,5 metros sobre el nivel del mar.
Hasta ahora, ningún sistema hidrológico había alcanzado unos parámetros tan extremos en España. Para la Agencia Catalana del Agua (ACA), el descenso de las reservas de los embalses, las temperaturas máximas y la insuficiencia de lluvias evidencian una coyuntura crítica.
Además, a diferencia de los embalses, la recuperación de los acuíferos se produce de un modo mucho más lento y necesita precipitaciones más copiosas, prolongadas y persistentes, lo que no está sucediendo.
La gravedad de la situación no sólo se circunscribe a Cataluña. El año hidrológico 2022-2023 cerró, nuevamente, con precipitaciones a la baja, con un valor acumulado un 16% por debajo de lo normal, y extremadamente seco también en áreas de la Comunidad Valenciana y Andalucía. En Canarias se registró un 31% de precipitaciones por debajo de lo habitual y en Baleares, un 21%.
En Cataluña, el pasado mes de agosto, la Generalitat declaró por primera vez la emergencia por sequía en una veintena de municipios en las poblaciones que se abastecen de este acuífero y también del embalse de Riudecanyes (Tarragona).
La sequía provoca en Cataluña las primeras restricciones. Los embalses de sus cuencas internas apenas llegan al 16% de su capacidad, lejísimos de la media para esta semana del año. pic.twitter.com/MweqqFv8Jp
— Borja Andrino (@borjandrinot) February 1, 2024
Solo un mes más tarde, la declaración se amplió a otros 12 territorios de la comarca del Alt Empordà (Girona) que dependen del embalse de Darnius Boadella. Ahora, 200 localidades más, incluidas las ciudades de Barcelona y Girona, sufrirán unas duras limitaciones que, además de al ámbito doméstico, afectarán a la industria, al ocio y al sector primario.
Y es que las derivadas de esta crisis también tendrán un fuerte impacto económico en Cataluña. Sólo en el sector agrario, la Unión de Pagesos cuantificó entre un 50% y un 90% las pérdidas en 2023 de las cosechas de cereal, almendra o aceituna por culpa de la sequía.
Y se estima que esta comunidad autónoma deberá invertir más de 2.600 millones de euros hasta 2030 para poner fin a su dependencia del agua de lluvia mediante la construcción de desaladoras con las que sobrevivir al nuevo clima.
El decreto de emergencia por la sequía aprobado por el Gobierno catalán consta de tres fases, que están marcadas por el nivel que registran los embalses. Su incumplimiento está castigado con multas de hasta 150.000 euros.
Además de lo anterior, el consumo de agua no podrá exceder los 180 litros por habitante y día.
Junto a las restricciones incluidas en las fases anteriores, el consumo de agua por habitante y día se reduce a 160 litros. Prohibido el uso de las duchas en gimnasios y centros deportivos. El riego con agua no potable sólo se permitirá para la supervivencia de árboles de carácter singular o monumental.
Así las cosas, resulta imprescindible la implicación de toda la sociedad para preservar un recurso esencial (y finito), y garantizar el suministro de agua para la presente y las futuras generaciones.