Todos alguna vez nos hemos sentido extraños al cuestionarnos por qué tenemos calor cuando nuestro cuerpo está a los mismos grados (o incluso más) que la temperatura exterior. ¿Estamos ante un bucle espacio-temporal?
La respuesta es no. Y te contamos cuál es la clave: la disipación del calor generado por nuestro metabolismo. Nuestras células, en definitiva, son las que oxidan nutrientes y producen un 'exceso de calor' del que tenemos que deshacernos a través de la piel.
Es por ello que en caso de tener una temperatura corporal similar a la exterior, a nuestro cuerpo le resulta más difícil expulsar ese calor generado, y por eso nuestra sensación de calor es mayor.
Dicho de otro modo, cuando uno tiene mucho calor, los vasos sanguíneos en la piel se dilatan para poder transportar el exceso de calor a la superficie de la piel, y es por eso que sudamos. Y en el proceso de sudar, el vapor se evapora, lo cual ayuda a enfriar nuestro cuerpo.
Mismo proceso sucede, pero a la inversa, cuando tenemos sensación de frío. Los vasos sanguíneos se contraen, lo cual reduce el flujo de sangre a la piel con objeto de conservar el calor corporal. Y ahí es cuando podemos empezar a tiritar, que no es otra cosa que los músculos empiezan a temblar, lo cual ayuda a generar más calor.
De todos modos, no es el único factor de este proceso, pues también hay que tener en cuenta la humedad del ambiente. De ella depende también la regulación de nuestra temperatura corporal y la velocidad de evaporación, que es diferente en casa persona.
Esa es la razón por la que, por ejemplo, en condiciones de igual temperatura, el cuerpo humano sufre más calor en zonas de costa que en zonas de interior.
Se trata, en definitiva, de conseguir ese equilibrio corporal, y recordar siempre que cuanto más parecida sea la temperatura exterior a la que tiene nuestro cuerpo, nos resultará siempre más difícil expulsar el calor que generamos, y por tanto, nuestra sensación de calor será mucho mayor.
Por ello, en estos días de tanto calor, el uso del aire acondicionado es casi vital en algunos casos, pero recordando siempre que la diferencia entre la temperatura exterior y la interior de la estancia no debería superar los 12 ºC. Así evitamos el malgasto energético y el perjuicio del medio ambiente.