Posiblemente hoy hayas comenzado el día con un irritante sonido que, lamentablemente, ya es habitual en el ambiente: los sopladores de hojas. Estos instrumentos de limpieza siempre se han ganado una publicidad bastante negativa, por el ruido ambiental que generan, con el consiguiente estrés e irritabilidad social, y la suciedad y el polvo que levantan en la calle, manchando los coches, el mobiliario urbano y cargando de impurezas y polvo el aire que respiramos.
Si el aire de las ciudades ya es denso de por sí, la capa de polvo y pequeñas partículas que agregan los sopladores de hojas pueden ser bastante perjudiciales, a la par que peligrosos. Pues no somos conscientes de que, además de proporcionar una limpieza y retirada de las hojas caídas -especialmente en otoño- de nuestras calles y parques, estos instrumentos de limpieza aportan polvo, finas partículas suspendidas y demás restos de impurezas que pueden alterar nuestra visibilidad y respiración, entre muchos otros.
El problema, por tanto, del polvo y las partículas en suspensión es que pueden ser tan pequeñas que pasen a través de las vías nasales hasta nuestros pulmones, causando serios problemas respiratorios, especialmente en aquellos grupos más vulnerables -como los niños, los ancianos o las personas con asma, alergias respiratorias y conjuntivitis alérgica-.
Es por ello que muchos ayuntamientos hayan optado por implantar diferentes Ordenanzas que los prohíban, limiten los decibelios (no superando los 65-70 db) o establezcan horarios para su uso, como es el caso de los estados de California o Massachussets (EEUU), donde existen ciertos municipios que ya han prohibido el uso de sopladores de hojas motorizadas, alegando la contaminación del aire y el cargante ruido que molesta a los vecinos. Por ello, para la retirada y recogida de las hojas simplemente recomiendan los métodos tradicionales: los rastrillos o escobas que recogen los desechos de parques y jardines.
Si la vida y el desarrollo de determinados ecosistemas puede ser complejo en las grandes ciudades, los sopladores de hojas les suponen una traba más, y es que el paso de estas herramientas de limpieza por parques, jardines y la superficie del suelo en general, puede resultar devastador para la fauna y la biodiversidad urbana, debido, principalmente, a su fuerza motora e intensidad, que arrancan de cuajo, destrozan y cargan de polvo y partículas.
Es por ello que, numerosos expertos y técnicos medio ambientales estén un poco escépticos sobre este tipo de prácticas, pues alteran el ciclo natural de insectos -como el de las arañas u hormigas- o pequeños animales -como los ratones, ardillas, gatos o perros callejeros-, asustándoles, llenando de polvo y volando por los aires el espacio donde habitan o realizan sus necesidades vitales. Por no mencionar los ecosistemas vegetales que resultan alterados y/o arrancados ante esta fuerza arrolladora, como las zonas con musgo, hierba, césped o flores.