Entre los siglos IV y V de nuestra era, la filósofa, astrónoma y matemática egipcia Hipatia de Alejandría, indagaba sobre el acercamiento y alejamiento respecto al sol de las cinco estrellas errantes conocidas hasta entonces.
Tendrían que pasar varios siglos hasta que se descubrió que, en realidad, se trataba de Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, planetas vecinos del sistema solar que habitamos.
Y no fue 1580, cuando Nicolas Copérnico demostró que todos ellos, incluido el nuestro, giran alrededor del Sol, y no a la inversa.
Aunque siguen sin ser desvelados muchos de los misterios que les envuelven, la ciencia astronómica ya ha conseguido dar respuesta a dos grandes incógnitas: qué son y cómo se crearon los únicos mundos de los que tenemos certezas sobre su existencia.
Las definiciones de los estándares en astronomía o la asignación de nombres de planetas y otros objetos celestes dependen de la Unión Astronómica Internacional (UAI), una agrupación de las diferentes sociedades astronómicas nacionales creadas en 1919.
Según la definición literal adoptada en 2006 por la UAI, «un planeta es un cuerpo celeste que: (a) orbita alrededor del Sol, (b) posee suficiente masa como para que su propia gravedad domine las fuerzas presentes como cuerpo rígido, lo que implica una forma aproximadamente redondeada determinada por el equilibrio hidrostático, y (c) es el objeto claramente dominante en su vecindad, habiendo limpiado su órbita de cuerpos similares a él».
Por ese motivo, desde aquel momento, Plutón, que antes estaba considerado el noveno planeta de nuestro sistema solar, fue reclasificado como un «planeta enano» al incumplir uno de estos tres requisitos.
Profundicemos en cada una de las características que, según la UAI, debe cumplir necesariamente un cuerpo celeste para ser considerado planeta:
Planetas del sistema solar -y un par de planetas enanos- mostrando su velocidad de rotación e inclinación de eje. pic.twitter.com/xj79VByv3o
— Universo Recóndito (@UnvrsoRecondito) March 23, 2024
Precisamente, Plutón, en la región del cinturón de Kuiper, no cumple esta última característica, al compartir su órbita con otros cuerpos celestes muy similares a él.
Los ocho mundos que conforman nuestro sistema solar pueden clasificarse en función tanto de su composición como de su cercanía al Sol. De ese modo, encontramos:
Situados en la órbita más cercana a nuestra estrella, tienen un núcleo metálico en su interior (hierro y níquel en el caso de nuestro planeta) y están conformados por materiales sólidos.
Dentro de esta categoría tenemos a Mercurio, Venus, la Tierra y Marte.
Son Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Situados en la parte exterior del sistema solar, fueron conocidos en una época como «gigantes gasesosos». Sin embargo, sólo Júpiter y Saturno, formados en más de un 90% por hidrógeno, pueden considerarse dentro de esta categoría.
En cambio, Urano y Neptuno son «gigantes helados», al estar constituidos, además de por gas, también por hielo y rocas.
Además de estos planetas principales, tenemos el grupo de los planetas enanos entre los que, además de Plutón, encontramos los siguientes:
Los planetas se forman a partir de discos de gas y polvo que giran alrededor de las estrellas jóvenes. Al principio es una simple acumulación de polvo estelar (embrión planetario) a la que se va añadiendo material. Pero, veamos las sucesivas fases:
Aquí comienza todo, en una nube molecular gigante de gas (principalmente hidrógeno y helio) y polvo, flotando en el espacio. Por alguna perturbación externa, como una supernova cercana o una onda de choque, esa nube comienza a girar sobre sí misma.
En su movimiento, la materia se va concentrando en el centro, formando un núcleo denso, a la que se denomina protoestrella.
Mientras la estrella se desarrolla, el material restante en la nebulosa forma un disco protoplanetario alrededor de ella compuesto también de gas y polvo. Los granos de polvo en el disco comienzan a chocar y adherirse, formando objetos más grandes llamados planetesimales.
esse é o disco HL Tauri, um disco protoplanetário - ou seja, uma estrutura que pode evoluir e dar origem a planetas
— yanna martins franco (@martins_yanna) March 4, 2024
em , vemos a poeira nesse sistema. mas nas regiões , entre os aneis, temos vapor de água, exatamente onde os planetas podem ser formados.#AstroMiniBR pic.twitter.com/3B3SbJz1jC
Estos continúan creciendo mediante colisiones y fusiones. A veces, algunos de estos objetos alcanzan un tamaño lo suficientemente grande como para atraer gravitacionalmente el gas de la nebulosa. Entonces se convierten en núcleos planetarios.
A medida que el núcleo planetario crece, atrae más gas de la nebulosa, formando una atmósfera gaseosa alrededor de él. Entonces comenzará a limpiar de su órbita otros planetesimales y objetos más pequeños. Se ha convertido en un planeta.