Una enorme nube de polvo desértico se eleva desde los vastos desiertos arenosos del Sáhara Occidental hacia el Atlántico tropical. Normalmente, estas nubes de sedimentos, una vez atrapadas por los fuertes vientos del este que soplan en la troposfera media (a unos 5.000 metros), pueden cruzar el océano Atlántico y alcanzar el Caribe, Centroamérica e incluso el sur de Estados Unidos.
Este fenómeno, conocido como Saharan Air Layer, no sólo es una impresionante muestra del poder de la naturaleza, sino que también tiene profundas implicaciones ecológicas, climáticas y sanitarias.
En 2020, un episodio particularmente intenso, apodado “Godzilla” por su densidad excepcional, captó la atención mundial, destacando tanto los beneficios como los riesgos de este fenómeno.
Las nubes de polvo sahariano se forman cuando vientos fuertes, en este caso el harmattan (los vientos alisios del noreste que soplan con fuerza a través del Sahara), soplan a través de las vastas extensiones desérticas de África occidental, levantando millones de toneladas de partículas finas de arena y polvo
Estas partículas, con un tamaño de entre 0,01 y 0,05 mm, son lo suficientemente ligeras como para permanecer suspendidas en la atmósfera durante días o incluso semanas. Bajo la influencia de los vientos alisios, que soplan de este a oeste, estas nubes se desplazan a través del Atlántico, recorriendo distancias que pueden superar los 8.000 kilómetros.
El fenómeno es más frecuente entre junio y agosto, cuando las condiciones atmosféricas, caracterizadas por la inestabilidad (régimen de baja presión térmica a nivel del suelo) y fuertes gradientes de presión, favorecen el ascenso del polvo a la troposfera media, a una altitud entre 1,5 y 6 km.
Uno de los efectos más significativos de las nubes de polvo sahariano es su función ecológica. Estas nubes contienen minerales esenciales como el hierro y el fósforo, esenciales para el crecimiento de las plantas terrestres y el fitoplancton marino.
Cuando el polvo se deposita sobre el océano Atlántico, fertiliza las aguas superficiales, estimulando el crecimiento del fitoplancton, que forma la base de la cadena alimentaria marina.
Este efecto fertilizante se extiende a la selva amazónica. El polvo sahariano, rico en fósforo, compensa la falta de nutrientes en los suelos amazónicos, contribuyendo así a la extraordinaria biodiversidad de la región.
Se estima que alrededor de 40 millones de toneladas de polvo llegan a la Amazonía cada año, actuando como fertilizante natural. Además, la deposición de polvo contribuye a la formación de playas en el Caribe, enriqueciendo las costas con sedimentos minerales.
La nube de polvo del desierto que se está formando estos días en las vastas extensiones desérticas del Sahara más occidental, en particular en los desiertos de Argelia y Mauritania, se desplazará hacia el Atlántico, impactando primero en las islas de Cabo Verde, donde el cielo se oscurecerá con la calima típica que reducirá considerablemente la visibilidad. Todo ello acompañado de vientos del este-noreste.
Entre la tarde del domingo y la mañana del lunes, la nube de polvo, tras cruzar el Atlántico, llegará a las Antillas Menores, tiñendo el cielo de amarillo y creando una atmósfera sahariana en el corazón del Caribe.
Además, el aire cálido y muy seco que acompaña al polvo tiende a suprimir la formación e intensificación de los ciclones tropicales, que requieren aire cálido y húmedo para desarrollarse.
Cuando una tormenta tropical impacta la capa de polvo sahariano, el aire seco ralentiza su crecimiento, reduciendo el riesgo de huracanes. En 2007, una ola de polvo enfrió las aguas superficiales del Atlántico, frenando la actividad ciclónica.
Sin embargo, el polvo también afecta el balance de radiación de la Tierra. Al dispersar y absorber la radiación solar, las partículas de polvo reducen la cantidad de luz que llega a la superficie, lo que produce un enfriamiento general. En resumen, no se observará la formación de pequeñas depresiones ni de sistemas tropicales activos sobre el Atlántico tropical en los próximos días.